Olbia, situada junto al mar, nos da la bienvenida en una luminosa tarde de principios de septiembre. En poco tiempo llegamos al hotel, donde nos esperan nuestras flamantes, blancas y aún inmaculadas motos DesertX.
El briefing pronto se convierte en una oportunidad para que cada uno se presente y cuente al resto del grupo su afición por las motos. Algunos de nosotros somos Ducatistas acérrimos, mientras que otros nunca han montado en una moto producida en Borgo Panigale. En el ambiente se percibe inmediatamente la pasión que mueve a la gran familia Ducati.